¿DIOSES O VAMPIROS?
De acuerdo con la mitología azteca, la
ofrenda de sangre de jóvenes víctimas a los dioses garantizaba la
fertilidad de la Tierra. Pero, aunque éste sea otro antecedente, las
clásicas historias de vampiros se originaron en la cuna de la civilización europea... Los antiguos griegos comenzaron su gesta.
Existen numerosos dioses bebedores de sangre en la mitología griega y romana, conocidos como Lamiae, Empusae y Striges. Sus nombres fueron históricamente vinculados con el de brujas, demonios y vampiros.
Pero estos vampiros, aunque bebían sangre humana, eran sólo deidades y
no “muertos vivos”. Se trataba de divinidades capaces de adquirir
apariencia humana para poder seducir a sus víctimas.
Con el paso del
tiempo y el aumento de popularidad del Cristianismo, el valor simbólico
de la sangre se incrementó. La comunión del Espíritu Santo, que incluye
beber el vino –símbolo de la sangre de Cristo– y comer el pan –alegoría
de su cuerpo– hizo cobrar incomparable relevancia a este fluido vital.
Además, durante el siglo XI las brujas y los médicos prescribían sangre
de vírgenes para curar enfermedades.
Varias menciones a la presencia de vampiros pueden encontrarse en libros como El diccionario diabólico, escrito por el obispo de Cahors, en El Nugis Curialium, de Walter Map, y en la Historia Rerum Anglicarum, de William de Newburgh.
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