UNA NUEVA EPIDEMIA
Los campesinos conjeturaron serbios que la nueva epidemia se debía nuevamente a Arnold Paole
porque la primera persona en morir, una mujer de sesenta años, había
comido la carne de los ganados que había criado Paole durante cinco
años.
Cuando las
nuevas muertes fueron divulgadas, el comando supremo de Austria envió
una comisión para investigar el caso. Ésta estaba constituida por un
cirujano militar, el médico Johannes Flickinger, dos
oficiales, el coronel de teniente Buttener y J.H. von Lindenfels, junto
con dos otros cirujanos, Isaac Siegel y Johann militares Friedrich
Baumgärtner.
Acompañados de
los ancianos de la aldea y de algunos gitanos locales, abrieron los
sepulcros de los difuntos y descubrieron que cinco de los cadáveres se
habían descompuesto, pero los doce restantes estaban intactos y
exhibían los rasgos habitualmente atribuidos a los vampiros.
SOSPECHOSAS EVIDENCIAS
Sus órganos supuraban sangre
fresca, las vísceras estaban en buenas condiciones, los cadáveres
seguían regordetes y su piel fresca conservaba colores vivos.
Los cirujanos resumieron todos estos fenómenos indicando que los cuerpos evidenciaban “condiciones vampirescas”.
Luego de verificar el estado
de los cuerpos, los gitanos cortaron las cabezas de los supuestos
vampiros, las quemaron e incineraron también el resto de órganos. Los
cuerpos descompuestos fueron conservados en sus sepulcros originales.
El informe tiene fecha del 26 de enero 1732 en Belgrado y lleva la firma de los cinco oficiales implicados.
La explicación científica
moderna de estos hechos apela a las características que adquieren los
cadáveres en ciertas etapas de la descomposición. La sangre que no se
coagula es un fenómeno habitual en las primeras fases, luego de la
muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario